Cantata de Pedro y la guerra



La vida transcurre en un pequeño pueblo, entre rutinas campestres y la alegría de fiestas comunales. En el único televisor de la población, en el almacén de don Cosme, pasan las imágenes de una guerra que parece ajena. Muy altos, pasan los aviones, también lejanos. Hasta que uno de ellos pasa rasante y deja caer un estruendo que entierra la paz pueblerina. Y al pequeño Pedro, bajo los escombros de un galpón en el que buscaba leña junto a don José, un viejo sabio.



No corre sangre. Los destrozos apenas se insinúan sobre una maqueta; sólo unas muletas señalan la marca del bombardeo. Pero la desolación de la guerra -”cuando los hombres se matan”, le explican a Pedro- se instala. Frente a ella sólo valen recursos que apelan a rasgos menos destructivos de la humanidad. Entre ellos, la posibilidad de contar historias, la de alentar a la vida mediante la cercanía de uno con el otro. El formato elegido para representar Cantata de Pedro y la guerra, en adaptación de la novela del mismo nombre de María Inés Falconi realizada por la misma autora (*), permite dosificar la fuerte emotividad con la épica del relato cantado. La música de Carlos Gianni, eficazmente conducida sobre el escenario por la guitarra de Ricardo Scalise, introduce puentes y rupturas al modo brechtiano; el pueblo representa a escala gráfica la catástrofe mediante un sutil vuelco de las casas sobre el terreno imaginario.

La pantalla del televisor trae las imágenes bélicas, sin necesidad de ostentación de armas y explosiones, con el mero desfile de uniformes, prepotentes o alicaídos, así como de viejas ambulancias militares.
En medio de estos recursos escénicos, la actuación del elenco dirigido por Carlos de Urquiza aporta personajes entrañables. Julián Sierra le imprime al niño protagonista el candor y la autenticidad que requiere la historia para poder transmitir el triunfo de la vitalidad en medio del desastre. Claudio Provenzano caracteriza a su anciano amigo con la justa medida de experiencia vivida a lo largo de los años. Cynthia Fridman y Marcelo Baláa aportan con versatilidad los personajes del entorno familiar y pueblerino.


En algún momento parece que la puesta en escena de De Urquiza corre el riesgo de rozar el subrayado excesivo, pero no: lo que predomina es la expresión bien contenida de una visión crítica sobre la guerra, algo que en sí también podría parecer obvio. Pero en un contexto en que los chicos suelen jugar con juguetes bélicos al grito de “te mataré”, emulando lo que los medios audiovisuales les ofrecen, se transforma esta Cantata… en una rara joya de reflexión, altamente recomendable a partir de los 8 años. No es poco, en un medio que tiende a plantear sobre los escenarios una infancia muy preservada de las calamidades que acechan en el mundo real.




Ficha técnica
Cantata de Pedro y la guerra, de María Inés Falconi.
Intérpretes: Marcelo Balaá, Cynthia Fridman, Claudio Provenzano, Julián Sierra. Músico: Ricardo Scalise.
Realización de Vestuario: Gladis David.
Realización de Escenografía: Claudio Provenzano.
Objetos: Fernando Díaz.
Entrenamiento Vocal: Martín Sacco.
Montaje y Diseño de Video: Gustavo Antonio. (Punto Avi TV)
Diseño de Vestuario: Lucía de Urquiza.
Diseño de Escenografía: Carlos Di Pasquo.
Música: Carlos Gianni.
Asistente de Dirección: Evelyn Goldfinger.
Puesta en Escena y Dirección General: Carlos de Urquiza.